C. GUSTAVO JUNG

Es difícil estimar correctamente el alcance de acontecimientos contemporáneos, y el gran peligro de que el juicio se quede en el plano subjetivo. De suerte que si me dispongo a exponer a quienes quieran leerme pacientemente la opinión que tengo sobre ciertos hechos contemporáneos que me parecen significativos, lo hago con plena conciencia de los riesgos que corro. Trátase de esas noticias que nos llegan desde todos los rincones de la tierra, de esos rumores sobre cuerpos redondos que recorren tanto nuestra atmósfera como nuestra estratósfera y que se llaman «saucers», «platos», «soucoupes», «discos» y «ufos» (Unidentifietl Flying Objects ).

El caso es que estos rumores y la existencia física de tales cuerpos me parecen tan significativos que me siento obligado -lo mismo que ya otra vez, cuando se preparaban los hechos que habrían de dejar su marca en Europa- a lanzar una voz de advertencia. Verdad es que sé, como en aquella ocasión, que mi voz es demasiado débil para que llegue a oídos de los más. No es ni presunción ni arrogancia lo que me mueve; es mi conciencia de médico la que me aconseja cumplir mi deber de advertir a los menos de quienes puedo hacerme oír, que a la humanidad le esperan hechos tales que corresponden al fin de una era.

Como ya sabemos por la historia del Antiguo Egipto existen fenómenos de transformación psíquica que siempre se manifiestan al término de un mes platónico y al comienzo del siguiente. Según parece, trátase de cambios producidos en la constelación de los elementos dominantes psíquicos, de los arquetipos, de los «dioses’, que provocan o acompañan transformaciones seculares de la psique colectiva. Esta transformación comenzó a darse dentro de la tradición histórica y dejó sus huellas, primero en el paso de la edad de Tauro a la edad de Aries, luego en el paso de la edad de Aries a la de Piscis, cuyo comienzo coincide con el nacimiento del cristianismo. Ahora nos aproximamos al gran cambio que es lícito esperar se produzca con la aparición del punto equinoccial de primavera en el Acuario.

Sería insensato de mi parte pretender ocultar al lector que semejantes consideraciones no solamente son en alto grado impopulares, sino que hasta se aproximan peligrosamente mucho a esos nebulosos fantasmas que ensombrecieron el cerebro de astrólogos y profetas que pretendieron reformar el mundo. Debo correr el riesgo por mi cuenta y apostar en el juego mi reputación, laboriosamente conquistada, de veraz, digno de confianza y capaz de discernimiento científico. Y puedo asegurar al lector que me lanzo a esta empresa con el ánimo no muy tranquilo. Para decirlo todo, me inquieta la suerte de aquellos que, sin estar preparados, hayan de ser sorprendidos por los acontecimientos y se extravíen ante su carácter incomprensible.

Como hasta ahora, que yo sepa, nadie se ha sentido movido a considerar los posibles efectos psíquicos del cambio que es de prever, ni a exponerlos por escrito, estimo que es mi deber hacerlo en la medida de lo posible y de mis fuerzas. Acometo esta ingrata empresa admitiendo la probabilidad de que se me zafe de las manos el cincel con el que debo tratar la dura piedra.

Hace algún tiempo escribí un pequeño artículo para la Weltwoche, en el cual exponía ciertas consideraciones relativas a la naturaleza de los «platos voladores». Llegaba yo allí a la misma conclusión a la que poco después había de llegar el informe semi-oficial de Edward J. Ruppelt, el ex jefe de la Oficina de los Estados Unidos encargada de las observaciones de ufos. La conclusión es ésta: se ve algo, pero no se sabe qué cosa sea. Y es difícil, por no decir casi imposible, formarse una idea precisa de estos objetos, puesto que no se comportan como cuerpos sino como entes sin peso, como pensamientos.

Hasta ahora no existe ninguna demostración concluyente de la existencia física de los ufos, con excepción de aquellos casos en que se han registrado ecos de radar. He conversado sobre la seguridad que pueden procurar semejantes observaciones por radar, con el profesor Max Knoll, un especialista en este terreno y profesor de electrónica en la Princeton University y en la Technischen Hochschule de Munich. Sus informaciones no son precisamente alentadoras. En todo caso, parece que se han registrado casos dignos de crédito, en los cuales la observación visual fué simultáneamente confirmada por el eco del radar. Remito al lector a los libros del comandante Donald Keyhoe quien, basándose en parte en material oficial, ha evitado 10 más posible, la especulación desorbitada, la falta de sentido crítico y las ideas preconcebidas de otras publicaciones.

La realidad física de los ufos continuó siendo, durante más de una década, una cuestión muy problemática, que no podía resolverse en ningún sentido con el carácter concluyente que era de deseable, a pesar de que en el transcurso de ese tiempo se reunió, gran material de experiencias. Cuanto más se prolongaba esta inseguridad tanto mayor se hacía la probabilidad de que el fenómeno, notoriamente complejo, poseyera junto a un posible fundamento físico también un esencial componente psíquico. Esto no debe sorprender por cuanto se trata de un fenómeno aparentemente físico que se caracteriza -en un sentido- por sus frecuentes apariciones, y en otro, por su carácter extraño y desconocido, que hasta contradice su naturaleza física. Semejante objeto excita, como ningún otro, la fantasía consciente e inconsciente, proceso en el cual la primera elabora conjeturas especulativas y cuentos falsos y, la segunda, el fondo mitológico que corresponde a estas inquietantes observaciones.

De ello nace una situación en la cual a menudo no se sabe, ni aun empleando la mejor voluntad, si una percepción primaria lleva a su zaga un fantasma o si, inversamente, una fantasía primaria, que se prepara en el inconsciente, asalta a la conciencia con ilusiones y visiones. El material que conozco hasta ahora, es decir, que he ido examinando en el curso de una década; Justifica las dos maneras de pensar: en un caso un proceso objetivo real, es decir, físico, constituye el terreno del mito que lo acompaña. En otro un arquetipo engendra la visión correspondiente. A estas relaciones causales se agrega aún una tercera posibilidad, esto es, la de la coincidencia sincroníslica, es decir, acausal, llena de sentido, que desde Geulincx, Leibniz y Schopenhauer, no ha dejado de preocupar a los espíritus.

La última de estas dos maneras de interpretar se impone especialmente en fenómenos que se hallan en relación con procesos psíquicos y arquetípicos. Como psicólogo, carezco de los medios y procedimientos que contribuirían a aclarar la cuestión sobre la realidad física de los ufos. Por eso sólo puedo atenerme a los aspectos psíquicos, que indudablemente existen, y en las páginas que siguen me ocuparé casi exclusivamente de los fenómenos psíquicos que acompañan a los ufos. [Remitimos a la segunda parte que realizaremos de esta publicación]